La literatura y la publicidad son
disciplinas que, si bien coinciden en algunos puntos como actividades de
desarrollo creativo que son, presentan diferencias fácilmente reconocibles.
En primer lugar, quizá como contraste más importante,
hay que tener en cuenta que, en la publicidad, como es evidente, es la marca
publicitada el foco de atención, lo cual quiere decir que el autor publicitario
no es reconocido, además de no ser relevante para el consumidor. Aunque es cierto
que en la literatura (sobre todo en
siglos pasados) encontramos obras anónimas, no suele ser lo normal: el autor
literario quiere ser reconocido, firma con su nombre a la espera de un
reconocimiento que no es necesario en el ámbito publicitario. La vida del autor
literario está en muchas ocasiones, además, intrínsecamente ligada a su obra,
lo cual facilita un estudio de la misma, y esto no es necesario cuando hablamos
de publicidad.
A la hora de analizar la
diferencias entre ambas actividades también hay que tener en cuenta que la
publicidad siempre es por encargo, lo cual no ocurre generalmente con la literatura,
aunque puede darse, pero atendiendo a otras circunstancias. El autor
publicitario no da rienda suelta a su imaginación sin límites, lo cual contrasta
con la mayoría de obras literarias.
Por otro lado, el lenguaje es
importante tanto en literatura como en publicidad pero, claro, con rasgos
distintivos. La publicidad, antiguamente, comenzó teniendo un tono muy
imperativo. Lo importante era que el consumidor comprara el producto, y los
rasgos estilísticos no importaban tanto. Sin embargo, hoy en día la publicidad utiliza
la función apelativa: sabe lo que quiere el cliente y cómo lo quiere. De este
modo la publicidad, aunque más exhaustiva, también en muchos casos es mucho más
sugerente. Sin embargo, en la literatura lo
que importa, generalmente, es reflejar las emociones. El autor, con la función
expresiva, plasma su visión del mundo y sus sentimientos.
Pero, en cuanto a publicidad, lo primero en lo que se piensa es en la comercial, la que nos llega
desde la época de la Revolución Industrial, y no sólo existe este tipo. La publicidad
está muy presente en la religión, siempre intentando aumentar el número de
adeptos o fieles mediante su propaganda particular, lo cual es una prueba
irrefutable de su vinculación con la literatura.