Es fácil darse cuenta de que la
literatura también puede ser una herramienta encargada de transmitir unas ideas
determinadas al margen de su carácter estilístico y del afán por el
entretenimiento. Es cierto que, de alguna manera, toda obra literaria transmite
una ideología, pues el autor tiene una visión determinada del mundo, pero
muchos de ellos no lo plasman deliberadamente, y conviene hablar de dos grandes
momentos de la Literatura española en los que sí hubo un peso ideológico intencional:
la novela de tesis, en el s. XIX y la poesía social en el XX.
Novela de tesis
La novela en su máxima expresión
surge en 1868, ligada a la burguesía; es importante comprender el contexto que
envuelve estas fechas, en una época revolucionaria en la que la reina Isabel II
es expulsada del país tras haberse inclinado hacia un polo más conservador,
perdiendo así el apoyo que le habían brindado los liberales. Surge entonces la llamada
Revolución Gloriosa, que da pie a la era moderna. Los revolucionarios
monárquicos se dedican entonces a buscar un nuevo rey, y lo encuentran en la
figura de Amadeo de Saboya, que gobierna a duras penas, por lo que terminará
abdicando. Surge así, y tras una
votación, la Primera República, que fracasará.
Durante este ajetreado período de continuos
cambios políticos y sociales adquiere su madurez la novela de tesis, cuyo máximo representante es Benito Pérez Galdós, atacado, por otra parte, por representar “la
otra España”, es decir, plasmando su ideal liberal. Galdós tiene una clara
intención pedagógica, algo que se convertirá en un elemento característico de
su literatura, extendiendo ideas progresistas y siempre analizando la historia
reciente del país, como ocurre en La
fontana de oro, de 1870, en la que analiza el trienio liberal (1820-1823).
Entre otras muchas, otra de sus novelas más conocidas es Doña Perfecta (1876), criticando la España tradicionalista. El
contrapunto ideológico de Galdós puede considerarse a José María de Pereda puede considerarse el contrapunto ideológico
de Galdós con obras como De tal palo tal
astilla (1880), y ambos representan a la perfección esa España
ideológicamente dividida, las “dos Españas”.
A finales del s. XIX aparece el Naturalismo, que también tiene un
trasfondo ideológico importante. Se cree más en el progreso, los laboratorios y
la ciencia se extienden, y la novela trata entonces de ser una disciplina, analizando
el comportamiento de los seres humanos. Los autores naturalistas se apoyan en
el Determinismo, con la creencia de que el hombre está condicionado por su
ambiente. En España, el Naturalismo tuvo una defensora clave: Emilia Pardo Bazán, primera mujer que
se dedica al ensayo, con obras características como La
cuestión palpitante (compilación de artículos publicados entre 1883 y 1884)
Poesía social
Comienza a surgir en la época
franquista, ya desde el año 1939, en el que se instaura el régimen dictatorial.
Más adelante, en 1956, empieza a
haber oposición al régimen con múltiples manifestaciones importantes como las
de estudiantes, al ser la universidad de entonces algo destinado a las familias
elitistas. Debido a la censura, gran parte de estas protestas se difunden a
partir de la literatura, reflejando lo que los periódicos no podían mostrar.
Parte de esa oposición tuvo que ver con el partido comunista, cuya estrategia
era el uso de la cultura, y surgen así los clubes culturales o ateneos. Desde
el 56 hasta la muerte de Franco, sin embargo, una lectura de poemas era un
acontecimiento peligroso debido a la mencionada censura, y dichos poemas tenían
que ser autorizados previamente. La poesía escapaba mejor a la represión, pues
se criticaba indirecta y metafóricamente. “El pasaporte”, poema de José Hierro, sería un buen ejemplo de
esta poesía durante la represión franquista. En él, Hierro se lamenta sobre lo
tarde que llegan las cosas en un monólogo dramático que transcurre en un tren.
En este contexto de represión que
marcó unos oscuros años en la historia de España, la poesía social parecía un
buen modo de camuflar los sentimientos hacia la realidad. Así, podemos dividir
a los autores del género en dos generaciones:
- Posguerra años 40: Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro...
Poesía evasiva. Se caracterizan por escribir sobre cosas alegres al margen de
la fuerte represión y los duros tiempos. Critican el lenguaje, utilizando por
su parte uno más coloquial. Dámaso Alonso con “Hijos de la ira” (1944) emplea
este lenguaje más cotidiano.
- Posguerra años 50: a esta generación también se les llama “niños de
la guerra”. Los poetas del 56 se forman en los años del franquismo y reaccionan
a él. Huían de una poesía demasiado directa o panfletaria y le daban, a su
parecer, sus propias exigencias. Para defender sus ideas utilizan en buena
medida la ironía, el simbolismo e inventan estrategias para escapar a la
censura. Son poetas de realismo crítico, aunque esta generación también acoge a
grandes narradores, como Goytisolo. Un
poeta representativo de esta generación es Ángel
González. Comienza con Áspero mundo
(1956); después empezará a escribir poesía de crítica hacia la sociedad
contemporánea, como Grado elemental (1962) o
Tratado de urbanismo (1967)
Como se puede comprobar, la prosa
y la poesía como reflejo de una ideología no es algo nuevo. La literatura se
pone así al servicio de algo más, atendiendo a pensamientos y principios que
van más allá del estilo.